Simon Curtis, basándose en las memorias de aquel joven Colin Clark que
pudo compartir aquel rodaje (The Prince and the Showgirl -1957-) con Marilyn Monroe, nos lleva a otra época
brillante de la industria y nos acerca a una de sus grandes estrellas. A
aquella "rubia" que dejó una huella imborrable y por la que
suspiraba medio mundo; quizá la actriz que más haya dejado en el
cine, no sé si por talento, pero sí por todo lo que la rodeaba y por su
brillo ante la cámara, por cómo la lente la quería, la deseaba y le
pretendía hacer el amor en cada escena, en cada toma.
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